Un adolescente en la familia

Aunque en la actualidad existe una gran diversidad de formas familiares, podemos definir la familia como la unión y la convivencia de unas personas que comparten un proyecto de vida en común, entre las que existe un importante compromiso personal y entre las que se establecen relaciones de intimidad, reciprocidad y dependencia. 

La familia es el principal contexto de desarrollo humano, es el ámbito en el que tienen lugar los procesos de socialización y desarrollo de niñas y niños. Es un contexto fundamental para el desarrollo individual de cada uno de sus miembros y para servir como punto de encuentro entre diversas generaciones, donde mediante las interacciones que se producen entre padres e hijos, los adultos ponen en marcha su proyecto de socialización de los miembros más jóvenes de la sociedad.

La familia es un sistema dinámico, es decir, en cuanto se produce algún cambio en algunos de sus miembros o en las relaciones entre ellos, cambia el sistema familiar en su conjunto. Por lo tanto, los cambios que experimentan nuestros hijos e hijas durante la adolescencia, inevitablemente afectarán a toda la dinámica familiar.

La llegada de los hijos a la adolescencia debe entenderse como algo que afrontan todas las familias que tienen hijos. Se trata de una importante transición que viene provocada por los procesos de desarrollo que experimentan niños y niñas al alcanzar la pubertad y necesariamente, supondrá una época  de cambios, redefiniciones y adaptaciones para toda la familia. 


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Los cambios que experimenta el sistema familiar con la llegada de los hijos a la adolescencia implica que los progenitores redefinan sus tareas en relación con los hijos y esto, a veces, implica un sufrimiento psicológico para los padres. Conforme aumenta la autonomía del adolescente, pierde sentido la tarea de protección y cuidado físico que era necesario cuando los niños eran pequeños.  Se trata, por tanto, de una etapa de redefinición de las relaciones entre padres/madres e hijos/hijas porque algunas de las prácticas educativas y el estilo de relaciones que se había establecido durante la infancia ya resultan poco adecuados en esta nueva etapa.
La pérdida de ese rol como padre o madre de un niño o niña pequeño puede vivirse con nostalgia por muchos adultos que se resisten a la desvinculación emocional y al incremento de autonomía que los nuevos adolescentes demandan.

¿Son nuestros hijos e hijas los únicos que cambian?

Seguramente nunca nos hayamos parado a pensar si durante la adultez sufrimos algún cambio... Muchos adultos coinciden en experimentar una serie de cambios y tensiones alrededor de los 40 ó 45 años, en la conocida como Crisis de la mitad de la vida, un momento difícil y que puede suponer importantes cambios en el desarrollo personal de los adultos, que cronológicamente suele coincidir con la llegada de los hijos e hijas a la adolescencia. Esta crisis que muchos adultos sufren, suelen tener un elemento común y girar en torno a la toma de conciencia del paso del tiempo, una especie de parada a mitad de la vida en la que se evalúa la vida anterior y se reflexiona sobre el futuro.


A continuación, un pequeño vídeo para fomentar la empatía hacia nuestros hijos e hijas adolescentes...


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